lunes, 12 de enero de 2009

Manierismo: Los grandes maestros y el fin del Renacimiento

Manierismo: Los grandes maestros y el fin del Renacimiento

Grabado de la planta modificada por Vignola de Villa Farnese.

El Manierismo fue el movimiento artístico producido durante el Cinquecento y cuya formación se da en las primeras décadas del siglo XVI y se extiende hasta comienzos del siglo XVII. Evidencia la intención por parte de los arquitectos, humanistas y artistas del período de un arte, que aunque en esencia siguiera al clasicismo, poseía un contenido bastante anti-clásico. En el Manierismo por lo tanto se desarrolla la innovación constructiva confrontándose con la arquitectura clásica, ya plenamente conocida.

Una vez gastado el impulso de la tratadística, que dotada de cierta homogeneidad a la arquitectura mediante la imposición de unas determinadas reglas, surgió una nueva generación de arquitectos, fuertemente individualistas, que supone de hecho un puente entre el Renacimiento y el Barroco.

La actividad arquitectónica de Miguel Ángel supuso la culminación y superación del clasicismo de la fase madura o de Bramante, y puede calificarse de más clásica en San Pedro o en el Palacio Farnese y más manierista, por ejemplo en la famosa escalera de la Biblioteca Laurentina). De modo similar a lo que ocurrió en pintura o escultura (donde es más clara la imitación de su maniera), los arquitectos italianos de mediados del siglo XVI, algunos de ellos salidos de Roma cuando el saco y repartidos por el resto de las ciudades italianas, procuraban desafiar los cánones clásicos. Los principales exponentes de este nuevo estilo fueron (además del citado Andrea Palladio y el núcleo veneciano) Giulio Romano (Palacio del Té, Mantua, 1534), Bartolomeo Ammannati (reforma del Palacio Pitti, 1558-1570), Antonio Sangallo el joven (Villa Farnese, Caprarola, 1559), Vasari (Galería Uffizi, Florencia, 1560-1581), o Jacopo Vignola con la Iglesia del Gesù (1568), esta sí en Roma, sede y modelo exportado de las numerosas iglesias jesuíticas de la crecientemente influyente Compañía de Jesús, cuya fachada se debe a Giacomo della Porta (1578, que inspiró posteriormente a Carlo Maderno). En sus obras, son constantes las referencias a los elementos compositivos clásicos, pero en forma "desconstruída" y casi irónica. Convierten al interior patrones decorativos de ventanas que deberían estar colocadas en el exterior, juegan con los efectos de la ilusión óptica proporcionados por la perspectiva, a través de volúmenes dimensionados inusitadamente, etc. El mismo sentido, llevado a un extremo, tuvieron los extravagantes jardines de Bomarzo.

La profundización en los caracteres propios de las construcciones manieristas supuso el germen del nacimiento del Barroco, que si superficialmente se considera como ruptura del ideal clásico propuesto por el Renacimiento, realmente constituyó la reacción al agotamiento de éste, ya anunciado por el Manierismo.

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